miércoles, 28 de noviembre de 2007

Estrella

Lejana brilla, se acerca y arde, se quema. Infinita en un sin fin de mundos y lugares. Avanza con el tiempo. Se ve por las noches, expectante, observa, pero también, se siente observada.
Calor infernal, se sofoca. El aire se acaba, pero no importa, no respira. Nada más que vacío mundano, visible a sus ojos, invisible al resto.
Solitaria en su interior, acompañada por miles como ella, a su alrededor, brillo insólito. Hermosa a la distancia, infierno ardiente a su lado. El fuego se aviva, quema su exterior. Su interior está helado, frió, es lo único que siente. Desesperación incansable, solitaria, inocente. Se siente nociva y luego amargura, de ser, de estar, de existir en un sinfín de idas y venidas.
Parece estática, noche tras noche en el mismo lugar. ¿Se mueve? Se supone. Nadie lo sabe con claridad. Pero al final está estática. Ella no se mueve, sino el que la observa.

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